Diseñador, antropólogo, escritor y profesor, Victor Papanek (1927-1998) nació en Viena (Austria) y emigró a Estados Unidos en 1932, donde se graduó en arquitectura y diseño en la Cooper Union de Nueva York y cursó estudios de postgrado en el Massachusetts Institute of Technology (MIT).
Durante treinta años trabajó para la Organización Mundial de la Salud y para la UNESCO en países de África, Asia y Sudamérica. Quizá por ello, fue especialmente sensible a las cuestiones relacionadas con la sosteniblidad, en un momento en que esta palabra no era de uso corriente.
Papanek ha pasado a la historia, entre otras razones, por su polémico libro Design for the Real World. Human Ecology and Social Change, una obra en la que criticó a sus colegas diseñadores, acusándoles de realizar un trabajo de mala calidad, de estar demasiado preocupados por cuestiones estilísticas, de malgastar los recursos naturales y de olvidar sus responsabilidades sociales y morales. O, como dijo él mismo: «Hoy, el diseño industrial ha colocado el asesinato en las bases de la producción en serie. Al diseñar automóviles criminalmente inseguros que matan o mutilan a casi un millón de personas de todo el mundo cada año, al crear nuevas especies completas de basura permanente que abarrotan el paisaje y al elegir materiales y procesos que contaminan el aire que respiramos, los diseñadores se han convertido en una raza peligrosa».
Nada más ver la luz, el libro fue ridiculizado y despreciado por los diseñadores mientras Papanek recibía duros ataques y sufría la exclusión de los foros de Diseño. Sin embargo, hacia 1985, Design for the Real World se había traducido a más de veinte idiomas y era la obra sobre diseño más leída en todo el mundo.
Design for the Real World abrió una línea de pensamiento ecológico entre los diseñadores y se convirtió en una referencia en materia de ecodiseño y sostenibilidad.
En la segunda edición (1984), Papanek planteó cuestiones que hoy en día nos siguen preocupando: las desastrosas consecuencias del exceso de embalaje, la creciente obsolescencia tecnológica y el papel que podían desempeñar los diseñadores gracias a que, por su capacitación, a menudo asumían posiciones clave pues hablaban los lenguajes de diversas disciplinas y podían ayudar tanto a nivel local como internacional.
Dedicó un capítulo completo a diseño y medio ambiente, en el que señaló que los diseñadores industriales, la industria y los gobiernos debían determinar el daño ecológico y social que se estaba causando a nuestras comunidades e indicó que la intervención de los profesionales del diseño tenía que ser modesta, mínima y dotada de sensibilidad, así como respetuosa con el contexto social.
La preocupación del autor por el tema fue, desde entonces, en aumento. Así, a comienzos de la década de 1990, en un congreso celebrado en Australia en el Centre for Design at RMIT, comentó que ya no cabía ninguna duda de que el equilibrio ecológico del planeta no era sostenible y que, por tanto, se hacía necesario preservar los recursos y bienes de la Tierra y cambiar nuestros patrones más básicos de consumo, uso, producción, reutilización y reciclado porque, de lo contrario, ninguno de los futuros utópicos o distópicos previstos por la humanidad llegaría a existir.
Desde su punto de vista, todos estábamos implicados en los asuntos de la ecología y podíamos contribuir a la mejora medioambiental desde el papel que cada uno desempeñara en la sociedad: «La cuestión es: ‘¿Qué puedo hacer como profesor, obrero de la construcción, taxista, maestro, prostituta, abogado, pianista, ama de casa, estudiante, gerente, político o granjero? ¿Cuál es el impacto de mi trabajo en el medio ambiente?’ Esta es una dimensión de la intervención que no ha sido suficientemente explorada hasta ahora», dijo.
En 1995, publicó The Green Imperative. Ecology and Ethics in Design and Architecture. En él distinguió entre las competencias de los diseñadores, la de anticipar las consecuencias medioambientales, ecológicas, económicas y políticas de la intervención de diseño y destacó que los diseñadores debían ser extremadamente cuidadosos con lo que diseñaban y por qué lo hacían.
Asimismo afirmó de modo rotundo: «Es vital que todos –profesionales y usuarios finales- reconozcamos nuestras responsabilidades ecológicas. Nuestra supervivencia depende de una atención urgente a los temas medioambientales, pero incluso ahora todavía parece haber una falta de motivación, una parálisis de voluntad, para hacer los cambios radicales necesarios.»
Por otra parte, alertó de los peligros de convertir la cuestión en un tema de moda como, en su opinión, había sucedido a principios de los años 1980. Es más, no se trataba de actuar bajo el efecto del pánico sino de llevar a cabo un «renacimiento espiritual o re-concienciarse, un deseo de restablecer uniones más firmes entre la naturaleza y la humanidad.»
Creyó, además, que no debería haber una categoría especial de diseño denominada «sostenible» sino que tendría que asumirse que todos los diseñadores debían tratar de reformar sus valores y su trabajo, para crear un diseño basado en la humildad y capacidad de combinar los aspectos objetivos del clima y el uso ecológico de los materiales con los procesos intuitivos subjetivos y con los factores culturales y bioregionales.
En The Green Imperative, Papanek trató temas como la influencia de los materiales, el transporte, el proceso de producción, el gasto, el montaje de los productos y el «diseño para el desmontaje» y habló de que en el siglo XXI se necesitarían diseñadores especializados en temas medioambientales y de que toda educación de diseño se debía basar en métodos e ideas ecológicos. Esto incluía llevar a cabo estudios de biología, antropología, geografía cultural y otros campos afines. El futuro del diseño era el de convertirse en una síntesis entre varias disciplinas de matriz socioeconómica y política y, sobre todo, servir de apoyo a la sostenibilidad de la vida del planeta.
Aunque Papanek no fue el primer diseñador que abogó por un enfoque sostenible - Buckminster Fuller ya lo había hecho en la década de 1920-, hay que destacar la valentía de sus textos y la clarividencia de sus ideas que hace que frases como la que sigue continúen teniendo sentido, a día de hoy: «La cuestión de la ecología como una prioridad de base social pide que el diseño y la planificación consideren la sostenibilidad y la justicia social como condiciones recíprocas, que salvar el planeta y salvar la comunidad se conviertan en uno, sean inseparables.»
Design for the Real World abrió una línea de pensamiento ecológico entre los diseñadores y se convirtió en una referencia en materia de ecodiseño y sostenibilidad.
En la segunda edición (1984), Papanek planteó cuestiones que hoy en día nos siguen preocupando: las desastrosas consecuencias del exceso de embalaje, la creciente obsolescencia tecnológica y el papel que podían desempeñar los diseñadores gracias a que, por su capacitación, a menudo asumían posiciones clave pues hablaban los lenguajes de diversas disciplinas y podían ayudar tanto a nivel local como internacional.
Dedicó un capítulo completo a diseño y medio ambiente, en el que señaló que los diseñadores industriales, la industria y los gobiernos debían determinar el daño ecológico y social que se estaba causando a nuestras comunidades e indicó que la intervención de los profesionales del diseño tenía que ser modesta, mínima y dotada de sensibilidad, así como respetuosa con el contexto social.
La preocupación del autor por el tema fue, desde entonces, en aumento. Así, a comienzos de la década de 1990, en un congreso celebrado en Australia en el Centre for Design at RMIT, comentó que ya no cabía ninguna duda de que el equilibrio ecológico del planeta no era sostenible y que, por tanto, se hacía necesario preservar los recursos y bienes de la Tierra y cambiar nuestros patrones más básicos de consumo, uso, producción, reutilización y reciclado porque, de lo contrario, ninguno de los futuros utópicos o distópicos previstos por la humanidad llegaría a existir.
Desde su punto de vista, todos estábamos implicados en los asuntos de la ecología y podíamos contribuir a la mejora medioambiental desde el papel que cada uno desempeñara en la sociedad: «La cuestión es: ‘¿Qué puedo hacer como profesor, obrero de la construcción, taxista, maestro, prostituta, abogado, pianista, ama de casa, estudiante, gerente, político o granjero? ¿Cuál es el impacto de mi trabajo en el medio ambiente?’ Esta es una dimensión de la intervención que no ha sido suficientemente explorada hasta ahora», dijo.
En 1995, publicó The Green Imperative. Ecology and Ethics in Design and Architecture. En él distinguió entre las competencias de los diseñadores, la de anticipar las consecuencias medioambientales, ecológicas, económicas y políticas de la intervención de diseño y destacó que los diseñadores debían ser extremadamente cuidadosos con lo que diseñaban y por qué lo hacían.
Asimismo afirmó de modo rotundo: «Es vital que todos –profesionales y usuarios finales- reconozcamos nuestras responsabilidades ecológicas. Nuestra supervivencia depende de una atención urgente a los temas medioambientales, pero incluso ahora todavía parece haber una falta de motivación, una parálisis de voluntad, para hacer los cambios radicales necesarios.»
Por otra parte, alertó de los peligros de convertir la cuestión en un tema de moda como, en su opinión, había sucedido a principios de los años 1980. Es más, no se trataba de actuar bajo el efecto del pánico sino de llevar a cabo un «renacimiento espiritual o re-concienciarse, un deseo de restablecer uniones más firmes entre la naturaleza y la humanidad.»
Creyó, además, que no debería haber una categoría especial de diseño denominada «sostenible» sino que tendría que asumirse que todos los diseñadores debían tratar de reformar sus valores y su trabajo, para crear un diseño basado en la humildad y capacidad de combinar los aspectos objetivos del clima y el uso ecológico de los materiales con los procesos intuitivos subjetivos y con los factores culturales y bioregionales.
En The Green Imperative, Papanek trató temas como la influencia de los materiales, el transporte, el proceso de producción, el gasto, el montaje de los productos y el «diseño para el desmontaje» y habló de que en el siglo XXI se necesitarían diseñadores especializados en temas medioambientales y de que toda educación de diseño se debía basar en métodos e ideas ecológicos. Esto incluía llevar a cabo estudios de biología, antropología, geografía cultural y otros campos afines. El futuro del diseño era el de convertirse en una síntesis entre varias disciplinas de matriz socioeconómica y política y, sobre todo, servir de apoyo a la sostenibilidad de la vida del planeta.
Aunque Papanek no fue el primer diseñador que abogó por un enfoque sostenible - Buckminster Fuller ya lo había hecho en la década de 1920-, hay que destacar la valentía de sus textos y la clarividencia de sus ideas que hace que frases como la que sigue continúen teniendo sentido, a día de hoy: «La cuestión de la ecología como una prioridad de base social pide que el diseño y la planificación consideren la sostenibilidad y la justicia social como condiciones recíprocas, que salvar el planeta y salvar la comunidad se conviertan en uno, sean inseparables.»
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